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  • Foto del escritorRevista Jurídica U de San Andrés

¿Por qué una startup necesita un abogado?

Por Francesca David*

La industria del Venture Capital (en adelante, “VC”), o capital de riesgo, encuentra sus orígenes a mediados del siglo pasado, cuando la comunidad inversionista en Estados Unidos decide financiar a empresas de reciente creación o startups de tecnología.[1] Este tipo de inversión fue y sigue siendo muy exitosa, puesto que permite dar solución a un problema recurrente: grandes emprendedores con brillantes ideas pero sin fondos para llevarlas a la práctica.


Gracias a la complejidad de las operaciones entre los fondos y los emprendedores, y dado el alto riesgo de la inversión, soluciones jurídicas innovadoras han cobrado particular relevancia en un intento de “endurecer las aguas”. En este sentido, el abogado deja de ser el principal enemigo para convertirse en un aliado estratégico. Sin la instrumentación jurídica adecuada y con la ausencia de soluciones creativas, pocas inversiones de capital de riesgo verían un final feliz. Dicho esto, el objeto de esta nota es brindar una perspectiva sobre el trabajo y la importancia de los abogados de VC.


Hace más de una década, si bien existían iniciativas, emprendedores y cierto interés entre el público general, la tracción para inversiones de capital de riesgo era insuficiente. A pesar de que los ingredientes estaban ahí, los fondos de VC no participaban en grandes rondas de inversión y la curva de crecimiento de las startups se movía lentamente.


En los últimos años, no obstante, esto cambió. De acuerdo con datos de PitchBook, se estima que se invirtieron aproximadamente 14.800 millones de dólares en el año 2021, rompiendo un récord para el VC en Latinoamérica.[2] Este número es tres veces mayor a la inversión que se realizó en 2020.[3] En 2021 también se duplicaron la cantidad de deals con respecto al año anterior. En cuanto a la valorización de mercado, 15 empresas lograron convertirse en “unicornios”.[4]


Estos datos reafirman el auge de la industria, cuyos participantes principales son los emprendedores y los fondos de inversión de capital de riesgo, pero no los únicos. Dentro de este “baile” de financiamiento encontramos —por mencionar algunos— inversores ángeles,[5] mentores y, en lo que ahora nos concierne, abogados.[6]


Las startups, al ser empresas de nueva creación, se enfrentan a múltiples retos desde el punto de vista jurídico. La protección de la idea innovadora, la regulación de la relación entre los socios, la redacción de acuerdos con terceros y la realización de rondas de inversión son algunos de ellos. Los abogados de VC dan respuesta a estas inquietudes. Como suele mencionar Manuel Tanoira,[7] actúan de la misma manera que los médicos clínicos: analizan íntegramente, identifican el problema, lo solucionan o derivan en alguien especializado el deber de solucionarlo.


En este sentido, un buen abogado debe ser capaz de proveer a las startups: (1) una visión actual del mercado; (2) un preciso asesoramiento legal; y (3) una red de contactos. Es imprescindible que pueda abrirle puertas dentro del ecosistema emprendedor.


En primer lugar, el abogado debe proveer a las startups una visión actual del mercado. Alguien con experiencia, que comprende el financiamiento de VC, es una pieza invaluable. De por sí, existe una asimetría de información entre el emprendedor y los fondos. Estos últimos invierten constantemente, mientras que un emprendedor necesita capital ocasionalmente. Por este motivo, un abogado que sepa deducir las expectativas de ambas partes y, a su vez, conozca las condiciones y tendencias del mercado será un excelente aliado al momento de negociar.


En cambio, un profesional sin experiencia probablemente dañe a la startup, puesto que se centraría en asuntos irrelevantes que significarían una traba en la negociación. Solo a modo ilustrativo, algunas de las condiciones que se negocian en el marco de una ronda de financiamiento suelen ser estándares del mercado. Si un abogado no tiene experiencia, probablemente concentre todos sus esfuerzos en negociar condiciones que en realidad no tienen demasiada importancia, y seguro logre que el emprendedor se distraiga e ignore aquellas que sí la tienen. Feld y Mendelson, de manera elocuente, dan el siguiente consejo: el abogado que una startup elija debe ser un reflejo de su propio emprendimiento. Su reputación en el ecosistema emprendedor correría peligro ante la presencia de un profesional sin experiencia.[8]


En segundo lugar, el abogado debe ser un buen profesional y tiene que estar capacitado para brindar un correcto asesoramiento técnico-jurídico. Si bien pareciera ser suficiente contar con conocimiento corporativo y contractual, es imprescindible un conjunto de habilidades más amplio. Al ser la startup una empresa recién nacida, necesita asesoramiento en materia de derecho comercial y contractual, pero también en derecho de propiedad intelectual, laboral, tributario, societario y administrativo.


Es cierto que cada rama del derecho cuenta con expertos capaces de resolver cualquier complejidad que se presente en el seno de una startup. Sin embargo, la mayoría de estas se enfrentan a problemas que no requieren un alto nivel de especialización jurídica. Necesitan un asesoramiento rápido, práctico y procesable de manera eficiente. Esto no quiere decir que el trabajo que se haga sea superficial; más bien —y siguiendo el paralelismo con los “médicos clínicos”— los abogados de VC están preparados para identificar y enfrentar cualquier problema de manera rápida e integral, independientemente del área del derecho de la que se trate.


Por ejemplo, distinguen y resuelven posibles contingencias laborales o repercusiones fiscales de la emisión de acciones restringidas u opciones sobre acciones a los primeros empleados; confeccionan contratos de vesting entre los fundadores (pacto de socios) o contratos con terceros ajenos a la startup; llevan las cuestiones societarias del día a día como estatutos, libros societarios, trámites ordinarios, entre otros. En definitiva, son profesionales con trayectorias y experiencias de las más variadas, situación que los dota de habilidades y conocimientos en varias áreas del derecho.


A su vez, la importancia de los abogados de VC radica en su capacidad de reducir el riesgo de la inversión a través de la incorporación de mecanismos e institutos jurídicos que provean a las partes de cierta seguridad. No debe perderse de vista que la existencia y continuación de las startups no siempre es certera. De hecho, la gran mayoría suele disolverse en sus primeros años de vida. El papel del abogado entonces cobra particular relevancia, no solo para tratar de evitar dicha “muerte”, sino para procurar al inversor alguna vía de escape ante una eventual disolución.


En igual sentido, desde la perspectiva del emprendedor, a través de una serie de instrumentos, lo protege ante el posible abandono de uno de sus miembros fundadores o de un ejercicio abusivo por parte del inversor. Por ejemplo, evita que este último obtenga un porcentaje accionario irracionalmente elevado luego de la negociación.


En tercer lugar, un abogado de VC debe tener un rol activo y una fuerte presencia dentro del ecosistema emprendedor. Los emprendedores necesitan que alguien les abra las puertas a este nuevo mundo y los introduzca a potenciales inversores (fondos o “ángeles”), posibles mentores y gente afín. Es decir, que los ayude a establecer una red de contactos. Esto no significa que el abogado tenga la obligación de conseguir la ronda de inversión completa o salir a pitchear el deck[9] en su nombre, pero sí tiene que conocer a los grandes inversores del mercado y estar dispuesto a enviar el deck a quienes cree que podrían interesarse por el negocio en particular.


En conclusión, el trabajo de un abogado de VC es adrenalínico y diverso. Gracias a los pocos años de vida de la startup de su cliente, es probable que deba resolver un sinfín de cuestiones relativas a una gran variedad de áreas de experticia. Sin embargo, como vimos, un abogado de VC es más que un conocedor del derecho. Se trata de alguien que complementa su conocimiento jurídico con economía y finanzas, entiende el negocio de las partes, el mercado del capital de riesgo e identifica los intereses de los actores involucrados. En otras palabras, es un aliado estratégico que ayuda en la negociación y lleva a las partes a buen puerto.

 

* Abogada (Universidad de San Andrés, Argentina). Asociada en TCA Tanoira Cassagne. Correo electrónico: fdavid@tanoiracassagne.com [1] Jason Mendelsohn y Brad Feld, Venture Deals: Be Smarter Than Your Lawyer and Venture Capitalist, tercera edición (Nueva York: Wiley, 2011). [2] Rene Lankenau y Fernanda Estrada, “Los fondos mexicanos especializados en venture capital”, (Whitepaper México, Diciembre, 2022) [3] Lankenau y Estrada , “Los fondos mexicanos”. [4] Equipo AGF, “2021 año de Récords en Latam para el Venture Capital”, Fynsa - Fintech, Enero, 2022. [5] Se denomina inversor ángel a aquella persona que invierte en capital de riesgo. A diferencia de los fondos de venture capital, no cuenta con toda su estructura funcional. Es solo un individuo. [6] Mendelsohn y Feld, Venture Deals: Be Smarter, p. 5. [7] Socio-fundador del estudio jurídico TCA Tanoira Cassagne, Argentina. Socio del área de Venture Capital. [8] Mendelsohn y Feld, Venture Deals: Be Smarter, p. 15. [9] Un deck es una breve presentación sobre la idea y el modelo de negocio de una startup.

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